adriana bertran

La pregunta
no es si oyes
voces
(todes oímos voces).

La pregunta es cuánto silencio
hay entre las voces.
La pregunta es si están cómodas
dentro de tu cuerpo;
si conseguiste entrevistarlas a todas
mientras el resto guardaban silencio.

La pregunta es si las voces están sentadas
en sillas cómodas, dignas,
de Parlamento.
La pregunta es si saben encender y apagar el micrófono
y si todas tienen micrófono.
¿Hay suficientes cojines
para que no se hundan en sus sillas
las voces pequeñitas?
¿Qué voces cuentan
fake news sobre ti misma,
lxs demás
o el mundo?

Intento fallido de ser piedra:
yo también externalicé los servicios
de seguridad y de control
de mi Parlamento interno.
Pero reventaron mis cárceles
de presos políticos.
El cerebro no es un Gran Hermano del cuerpo.
Hay derecho a escucharnos dentro.
(Y por suerte ha habido un Santiago Carrillo
para cada uno
de mis Tejeros.)